10/9/07

EL SECRETO DEL JARDÍN. Cuento escrito por: Bárbara Sanz García

EL SECRETO DEL JARDÍN

Bárbara Sanz García

2007

A mi familia por su apoyo, su amor y sus ideas…

Al escritor Francisco Mazziani

por enseñarme que “escribir era un acto suicida,

pero también un acto de fé”

Bárbara

DOÑA GRACIELA

Marzo de 1930, día caluroso y agitado, se escuchaba el canto del turpial, se escuchaba el canto del llanero con sus coplas y contrapunteos, cuatro y maracas… el sol fuerte y radiante se asomaba tras las montañas, dando claridad a la hacienda de los Montero. Amplia, bien estructurada y decorada, posee dos patios, uno principal y uno trasero, con mucho pasto, hermosa y verde hierba, vacas, caballos, perros, gallinas, gatos… en el patio trasero se encuentra una cabañita donde dormía el empleado de mas entera confianza de Doña Graciela y de la Negra Eusebia. En la hacienda vivían los tres hijos de Doña Graciela: Giovanni, Carlos y Clara además de la esposa de Giovanni; la Señora Matilde y su hijo en común Sebastián, a quien doña Graciela adoraba.

Doña Graciela tenía por costumbre levantarse muy temprano para alimentar a los animales de la hacienda, le daba comida hasta a las aves que de vez en cuando hacían sus nidos en la hacienda antes de emigrar.

Ya el estado de senilidad y demencia de la Doña, le impedía hacer los trabajos que tenía por costumbre, aunque las hierbas que le daba la negra Eusebia, muy sabia en cuestiones de guarapos y hechicería y hierbas mágicas, le permitía tener momentos de lucidez, y sentirse fuerte y alegre. Esta empleada llamada con cariño la negra Eusebia, era una persona con ojos grandes y enigmáticos que reflejaban su inmenso conocimiento y experiencia, un hermoso rostro un poco curtido por el sol inclemente y la herencia de su raza, muy cariñosa y especial con Doña Graciela, que hasta la defendía a capa y espada contra cualquier abuso y desdén que producto de su avanzada edad a veces recibía de algunos miembros de su propia familia.

Una mañana cálida como cualquier otra, mientras Graciela alimentaba los animales con alegría cantaba:

Becerro… becerro becerro mío…

Donde estás… que no te veo…

En el campo de mis sueños,

Apareces todavía…

Con el resto é la manada

Y el cencerro en la neblina

Te escapaste muy temprano

En la mañana

A buscar la madrugada sin la peonada

La encontraste becerrito

Mas allá de las barrancas…

Mas allá de la ensenada

Becerrito..

Dile a la luna

Que te alumbre tu camino

Que las estrellas del cielo

Te den su abrigo

Hecho de leche y mastranto

Que yo aquí desde mi rancho

Me consuelo con mi canto

Becerrito

La señora Matilde, su nuera, malvada y rencorosa la observa desde la ventana de su habitación, y detestándola cada dia más murmuraba:

-¡ya empezó la vieja loca! ¡con sus cochinos animales! ¿Por qué no la llevan de una vez al maldito manicomio? ¡Es allí donde debería estar…!

Entra Giovanni y le pregunta:

-¿Que murmuras querida?

Ella nerviosa responde:

-Nada querido… nada… mejor bajemos a desayunar, nos están esperando en la mesa.

En la mesa, todos reunidos, se encuentran como casi todas las mañanas en el frugal desayuno. El Señor Giovanni, jefe de la familia, es un hombre honesto, pero influenciado por su esposa; su mayor deseo es ver a su mama sana y feliz. Carlos; su hermano, serio, muy callado, no opina de nada, un poco distraído, adora a su madre y la protege de

Matilde. También se encuentre Clara, última hija de la Sra. Graciela, joven hermosa y moderna, egoísta y recelosa hacia su mama ya que durante su infancia que no habia acabado por completo aun, su madre comenzó a demostrar los primeros síntomas de demencia y se sintió abandonada por ella.

Al lado derecho de Giovanni, se sienta su esposa Matilde y al otro lado su hijito Sebastián, un precioso y dulce niño de ocho años, de corazón puro como la miel, ama a su abuela y sufre por ella, juega con ella muchas veces como si fuera una niña mas, y ella disfruta feliz de cada momento juntos

La negra Eusebia esta sirviendo el desayuno; y mira con recelo a la señora Matilde, ya que ella sabía la maldad que albergaba su corazón contra su propia suegra.

Al comenzar el desayuno, habiendo servido todos los manjares acostumbrados que variaban desde ricas arepitas, natilla, queso, hasta frutas producto de la misma hacienda, café, jugos y leche fresca, el Señor Giovanni se percata de que su mama no ha bajado a desayunar y pregunta:

-¿y mamá? ¿Ya comió?

- si, ¡pol supuesto señó! Dice Eusebia, ¡se levanto temprano y salió a dale de come a sus animales.

-ja, ja, eso no es raro en tu madre, si no está con los animales, está encerrada en la cabaña haciendo quien sabe que disparate, -replicó Matilde con ironía-

Giovanni molesto por el comentario de su mujer dijo:

-debes tenerle paciencia, es mi madre y debo saber si está bien alimentada, y mientras mas feliz esté mejor. Es mi deber velar por su bienestar-

-mi vida, pero sin una debida atención psiquiátrica, no la estas protegiendo, -dijo Matilde- cada vez esta mas loc…

-¡no!

Dice el niño Sebastián con una fuerza y una rabia irreconocible en un niño tan pequeño-

¡No se te ocurra decir eso de mi abuela…!

Sebastián sale corriendo a buscar a su abuela.

Carlos, el hermano menor de Giovanni molesto por la escena provocada por el comentario de su cuñada le replica:

-¿no puedes disimular el asco y la rabia que le tienes a mamá por lo menos delante de tu hijo? ¿No entiendes que mi mama necesita cuidados y cariño de todos nosotros inclusive de ti?

Matilde ofendida le dice a Giovanni intentando manipular la situación:

-¡querido! ¿Ves como me trata tu hermano? Amor… tu sabes que lo que dije fue por su bien, ¿tu sabes que yo quiero mucho a la abuela verdad?

Clara no soportó tanto escándalo y con gesto de aburrimiento se levantó y se fue de la habitación.

Mientras todos adentro en el comedor pasaban momentos de amargura, Sebastián y su abuela disfrutan del clima, se abrazan cariñosamente, juegan por un largo rato como si fueran dos niños.

El tiempo está fresco, ambos están rodeados de hermosas mariposas amarillas, posándose sobre sus hombros, pajarillos de muchos colores que a veces inundan el paisaje de la hacienda, rosas, gardenias, flores grandes y diminutas de muchos colores y grandes árboles frutales sembrados hace mucho tiempo por la misma señora Graciela, enmarcados en un pasto verde, fresco y tan esponjoso que es una delicia caminar descalzo sobre el y por sobre los caminos que con tierra apisonada y canto rodado surca el suelo de uno de los patios de la hacienda. Este es el paisaje que disfrutan en sus juegos Sebastián y su abuela, son los testigos del amor y el cariño que se manifiestan.

Pasaron horas y horas, jugaron con los animales, cantando y riendo. Poco mas tarde, al atardecer, entran Sebastián y la abuela sucios y agitados, la señora Matilde, molesta por la forma en que habían entrado a la casa grita desesperada:

¡Eusebia, Eusebia! –¡mira como están de sucios, dan asco los dos! ¡Ve a bañar a la vieja y dale esas hierbas que tu le preparas para que se calme y se duerma, que yo me encargo de Sebastián!

¿Qué pasa Matilde? ¿Por qué los gritos? –dice Carlos que entra en la habitación de improviso-

-nada, dice Matilde- ¿no ves como entraron a la casa Sebastián y tu mamá agitados y sucios? Yo solo llame a la negra para que bañara a Doña Graciela.

¿Y era necesario gritar de esa manera? Por favor Eusebia –se refiere Carlos a la negra con mucho respeto y mucho mas calmado que Matilde- lleva a mamá a su cuarto, la ayudas a darse un refrescante baño y que se acueste a descansar.

-con mucho gusto mi seño- dice Eusebia- uste sabe que yo quiero mucho a ña Graciela… no como otros por ahí…

Matilde molesta por el sarcasmo y atrevimiento de la negra le reprocha:

¡Eusebia! Deja la impertinencia y ve a hacer lo que te ordenaron!

-claro seño… inmediatamente…

Eusebia toma cariñosamente a la abuela de las manos y la sube a la habitación.

Ya en el baño del cuarto de Graciela, mientras la piadosa Eusebia ayuda a bañarla, le dice:

-no le haga caso a los comentarios de la señora… usté es libre de hacé lo que quiere, esta en su casa, con tres hijos que la quieren, un nieto de lo mejol, y una negra que vela pol su bienestá, ya no siga preocupandose pué, y no se me ponga triste y acuestese un rato, que yo ahoritica le traigo su té… pa que descanse y duerma comoda…

Al rato, Eusebia cumple su cometido, le lleva el té a la señora, mientras esta se lo toma le dice:

-mira Eusebia, mi negra…tengo tanto tiempo que no recorro mi hacienda…me gustará que me hablaras de ella, cuéntame historias de mi pasado, que yo casi no recuerdo nada y no quiero olvidar…

-ta bien mi doñita- le dice Eusebia

Ésta se sienta en un recodo de la habitación sobre un taburete de madera y cuero, reflexionó en silencio unos instantes y comenzó a recordarle todo desde el momento en que llegó a su casa…

UNA TRISTE Y DULCE HISTORIA

Comienza Eusebia a contar:

- ¿Recuerdas aquel mes de abril? ¿Cuándo cocinabas cerca del río y me encontraste sola recogiendo piedritas? Decidiste sentarte a mi lado a haceme compañía, hablamos y reímos durante un largo rato. Te enteraste que mi familia era muy humilde y yo tenía que salí a trabajá pa pode dale de comé porque estaban muy enfermos. Quisiste ayudarme hablando con tus padres, pa que me contrataran como a tu nana, ya que no nos llevábamos muchos años de diferencia, y sería la compañera ideal en tus tiempos de soledad mientras tus padres salían a trabajá o estaban ocupados.

- Pasaron muchos años, las dos crecimos y maduramos… me tenías tanta confianza que me confesaste que eras una jovencita enamorada de un campesino que quería participá en la guerra federa…

- Te sentías muy triste porque tus padres, Don Ernesto y Doña Altagracia no aceptaban a un campesino como tu compañero, y mucho menos siendo federa, pues tu padre era un oligarca como los muchos que habían por estos campos, pero sin embargo tu no hiciste caso a la orden de tus padres y lo seguiste viendo a escondidas en el patio trasero de la hacienda… allá… donde había un inmenso jardín al que nadie iba y pensabas podías estar segura en ese lugar secreto…detrás de los araguaneyes, enredaderas matorrales y hierba fresca…

Graciela no hablaba… sólo lloraba en silencio…

Eusebia continúa su relato con la voz trémula y la vista enfocada hacia la ventana donde entraba un rayito de sol ocre que recordaba que ya se estaba acercando el atardecer… un atardecer de luz rojiza…

-ustedes se veían todas las noches en el jardín – continuó – pues quedaba, y aún queda un poco retirado de la casa grande…Iván era un joven buen mozo, fuerte, de ojos claros, muy parecido al niño Giovanni…

La negra continuaba diciendo:

-Pasaron semanas y su amor fue creciendo pero llegó ese triste día… un día muy triste pa mi niña Graciela cuando Iván llegó con la noticia que quería unirse alas tropas de la Guerra federa, detrás de ese tal Zamora y su gente…

-Uste me contó que le lloró, le suplicó, le imploró que no se fuera... y en la desesperación de los dos en que creían que no se iban a ver mas, se entregaron, dulcemente, en cuerpo y alma, con la tarde y el silencioso río como testigo… y el jardín, ese jardín secreto, fue fiel testigo mudo de esa noche de amor…

-Iván antes de parti, te juró que se volverían a ver, que lo esperaras, porque la distancia no era mas fuerte que su amor, y como recuerdo te dejó el medallón que hasta ahora llevas en tu cuello. Llegaste desesperada a la hacienda esa noche, yo te llamé aparte y te pregunte que había pasao… te desahogaste conmigo y me lo contaste toito… recuerdo que me decías: ¡Mi negra! ¿Qué hago? ¡ayúdame! ¡Mis padres no me lo van a perdonar!

- Al pasar el tiempo, tu padre te notó extraña. No soportó más tu actitud y los cambios que había en tu cuerpo, te tomó de un brazo y te llevó a su habitación.

-Tu madre se quedó callá, pues ya sospechaba lo que estaba pasando con su única hija. Ella no pudo interceder por ti, porque tu padre no se lo permitió.

-Arriba estaba el ambiente tenso, y recuerdo como si fuera hoy que los gritos de tu padre se escuchaban en el comedor.... te interrogó tanto que tuviste que decirle la verdá… confesándole así que te habías entregado a Iván…el señó se enfureció, te bajó a empujones y frente a tu madre dijo:

-¡Hay que casar inmediatamente a tu hija con el joven Arturo Carrasco, que desde hace tiempo pretende a Graciela!...

-Tu madre se levantó impresionada: - ¿Por qué? ¿Que paso?

-¡porque la sinvergüenza de tu hija se entregó al campesino y esta embarazada, yo no podría soportar la habladuría de nuestros amigos!

-¡Un matrimonio por conveniencia! –Dijo tu madre- ¿Cómo puedes hacer eso?

-¿Qué quieres? ¡Que tu hija sea madre soltera y tenga un hijo de un bastardo campesino! –Respondió tu padre- no, no ¡eso yo no lo voy a permitir! ¡Aquí se hace lo que yo diga!

-Mi niña… -continuó conmovida la negra- recuerdo muy bien tu llanto y las súplicas a tu madre, decías que no podías casarte sin amor, pues Arturo era un hombre violento, pero tu madre no pudo hace na pa ayudarte.

-Pasó una semana y los preparativos de tu boda ya estaban listos. Te ayudé a vestí, te veías hermosa pero triste, aún tenias fé que Iván regresara para buscarte, pues antes de casarte le mandaste una carta, diciendo lo que estaba pasando y que por favo viniera a rescatarte.

La negra, lamentándose, continúa…

-la carta nunca fue respondida-

-La boda se celebró, esa misma noche Arturo un poco tomado te obligó a que le correspondieras como su esposa, pasaron nueve meses y había llegado la hora de dar a luz, como yo sabía mucho de esas cosas, fui tu comadrona… Giovanni nació y a la luz pública fue hijo legítimo de Arturo Carrasco.

17

-Esa noche del nacimiento de su primer nieto, Don Ernesto, celebrando con su esposa que su plan había salío bien, que Giovanni había nacido saludable y planeando maravillosas cosas para su heredero, mientras iban rumbo a su hacienda, muy contentos y alegres sin sospechar que el destino trágico cobraría en ellos en un instante, la maldá que habían hecho contra su propia hija… en el camino, en plena noche un poco tormentosa, el carruaje tropezó con una piedra a un lao del camino, muy cerca de una ensenada profunda, la rueda se partió, el caballo se separó de sus bridas y perdió el control, lanzando el carruaje al fondo de la ensená, muriendo casi instantáneamente tus padres y con ellos toiticos sus sueños.

-Al enterarte de tal fatal noticia los peones de la hacienda corrieron a ver que había sucedido y levantaron los cuerpos aún tibios, con ayuda de Arturo, que era tu reciente esposo, y le dieron cristiana sepultura en el cementerio mas cercano del pueblo.

-Por tu mente comenzaron a desfilar muchos sentimientos, te notaba extraña. Muy triste en ocasiones y muy pensativa en otros, estabas muy afligida por la muerte de tus padres, pero muy en el fondo de tu corazón hubieses deseado que eso sucediera tan solo un año antes, así no hubieses tenido que abandonar tu espera por Iván y ná de tu dolor hubiese sucedido… mi niña, te conozco, tu nunca me lo dijiste, pero tus ojos no mentían…

-Algunas semanas después del accidente y estando ya bien del alumbramiento, fuiste al cementerio y les llevaste hermosas flores que tu misma habías recogido del jardín que te cobijó en tantas noches de amor…lloraste por tus padres, lloraste por Iván, por tu hijo, por Arturo y por ti… desahogaste tu llanto en ese frío césped del cementerio, mientras implorabas a Dios por el eterno descanso de tus padres.

-Pasó un año… una tarde pasó un joven preguntando por uste en la casa grande, una de las criadas me dijo que tenía una noticia pa usté. Eso te puso muy nerviosa…bajamos del cuarto a la sala y el joven nos informó que lamentablemente Iván había muerto en la Guerra, en una batalla cerca de Santa Inés…y el joven continúo diciendo:

-antes de morir el joven Iván me pidió que le dijera que la amaba muchísimo y que nunca lo olvidaras, que siempre recordaras los momentos de felicidad que vivieron juntos, que perdonaras la promesa que no pudo cumplir, pero le quedó el consuelo de que había luchado por su patria y sus ideales…

-Mantuviste la serenidad mientras el muchacho tristemente se despedía, tu lo observaste hasta que el caballo cruzó los linderos de la hacienda, y en ese momento te desmayaste en mis brazos, por la noticia tan dolorosa que habías recibío…

-Desde ese momento tu vida cambió totalmente, te resignaste al amor, dejaste de cabalgar por la hacienda, no reías como antes, el color de tus mejillas se opacó pa siempre, te dedicabas de llenar de ternura a tu hijo Giovanni, único recuerdo vivo de tu gran amor…

-Pasó el tiempo la naturaleza siguió su curso y volviste a quedar embarazá de tu esposo, al que todavía no amabas, pero la costumbre y el dolor te mantuvo a su lado, aún sin quererlo y sin borrar ni un minuto el recuerdo de Iván. Tres años después de aquella fatal noticia nació el niño Carlos…

Graciela lloraba en silencio mientras empuñaba con fuerza en sus manos el medallón…Eusebia continuó su relato:

-Giovanni tenía ya tres años, -continuó la negra- Carlos era un pequeño hermoso y muy dulce, luego vino Clarita… ¿recuerdas mi niña? Fue un parto muy difícil, desde ese momento tu vida se llenó de luz dedicándote por completo a tus tres hijos dándole mucho amor, pues tu marío nunca estaba en la hacienda, se la pasaba en bares y apostando gran cantidad de dinero en juegos y rodeos, el casi no se acercaba a ti ni estaba pendiente de tus hijos, tomaba mucho, maltrataba a la servidumbre y a veces hasta a sus hijos.

-Una noche de tormenta, muy parecida a la noche de la muerte de tus padres, luego de una discusión, Arturo se montó en su caballo, cabalgó hasta el límite de su hacienda, ya hipotecada, y se marchó…. Nunca má supiste de él.

-Al perder la hacienda tuvimos que volver a la casa de tus padres, con un poco de tristeza por abandonar una casa, que había significado un hogar pa ti ya que en ella habían nacido tus tres hijos, pero al mismo tiempo con alegría por volver a la casa de tu infancia y a la casa que albergaba los recuerdos de tu primer y único amor… y muy cerca del jardín que tanto añorabas.

-esa mañana llegamos temprano, aún el rocío bañaba los sembradíos y el olor a mastranto y a café recién colao inundaba al ambiente… ¡Que gratos recuerdos llegaron a nuestras mentes…! La casa estaba casi idéntica como la habías dejado tantos años atrás, porque los criados se habían encargado de mantenerla impecable, limpia y acogedora… con su fachada estilo colonial, amplios dormitorios, largos pasillos llenos de cuadros de antepasados, escaleras que daban a los patios interiores, ventanales de madera y hierro, pisos hechos en parte de madera, otros alfombrados y en las afueras de ladrillos rojos, ya un poco grises por los años, las amplias cortinas que cubrían los ventanales estaban un poco malgastadas y llenas de polvo, pero hermosas y coloridas todavía. La luz de los faroles, había sido cambiada por un invento raro y reciente de electricidad, que si bien no habia llegado toavía a la hacienda, algunas estancias de la casa contaban ya con esas extrañas instalaciones.

-En los patios traseros, los árboles de guayaba y mamón estaban cargaítos y algo mas altos desde tu partida, los bebederos de los caballos estaban llenitos de agua fresca que desbordaba por un costado... recuerdo que a veces, en noches de ventoleras, algunas hojas de los árboles caían en el estanque y flotaban como barquitos…. –Eusebia recordaba sonriente- muchas veces de niña, jugábamos bajo los árboles y las hojas se convertían en barquitos en altaza ¿recuerdas?

Eusebia continúa su recuento:

-Ya afuera de la casona, aún se podían observar apiñados grandes cubos de paja de alimento para el ganado, se escuchaba el relinchá de algunos caballos que quedaban y el mugí de las vacas y los becerritos, a lo lejos, el olor del corral llegaba de vez en cuando, sobre todo cuando la brisa aun fría de la mañana, acariciaba nuestros rostros llenos de emoción y melancolía.

-Hacia la parte de atrás de la casa, después de uno de los patios internos, quedaba un jardín… el maravilloso jardín de Iván y tu….esta vez, estaba cubierto por enredaderas, matorrales y sauces que poco a poco con el pasar del tiempo y un poco por el descuido de los criados, habían cubierto por completo la puerta de acceso a él, era casi un jardín secreto

Graciela se estremeció….

Eusebia continúo…

-esa mañana, después de recorrer la hacienda y reposar las maletas, tus pasos, temblorosos y tímidos, te llevaron desapercibidamente hacia él… recuerdo que yo te estaba observando por el rabito del ojo que te dirigías temblorosa hacia el jardín que tantos recuerdos te traía… observe que llegaste a la entrada, te quedaste inmóvil, quizás sollozando, extendiste tus brazos hacia la aldaba que cerraba la puerta, casi cubierta por los matorrales… pensé que ibas a abrirla y entrar, pero no pudiste… solo te tumbaste en el suelo… cerraste los ojos y comenzaste a llorá...

24

-El tiempo pasó- quizás muy rápido ya… casi sin darnos cuenta tus hijos se convirtieron en hombres y mujeres, Giovanni se casó con Matilde… él la había conocido en la capital… desde el primer dia que la trajo a esta casa nos dimos cuenta que era una señorita, muy refinada y elegante, un poco pedante y malhumorada… se le notaba por encimita el rencor y la avaricia que sentía, uste nunca le hizo ningún desaire, porque uste mi niña es muy educá, sin embargo, la señora Matilde nunca perdió oportunidad de hacela sufrí, y todavía lo hace… ella te detestaba, porque cuando te conoció, ya estabas presentando los síntomas de tu enfermedá por los nervios y la tristeza de tus perdidas y tu sufrimiento del pasao…

-Giovanni tuvo con la seño Matilde a tu nieto Sebastian…

-Carlos era un joven cariñoso y talentoso, le gustaba mucho el piano y tu disfrutabas cada vez que lo tocaba para ti. Clara, era muy parecida a su padre Arturo, le encantaba salir a cabalgar y visitar a sus amigas de la hacienda cercana…

Graciela, se incorporó en la cama un poco somnolienta y le dice a Eusebia…

-mi negra… que hijos tan maravillosos me ha dado la vida… aunque Clara…

-Mi niña, - le responde Eusebia- Tus hijos te adoran, y sufren por ti, se preocupan y están velando por tu bienestá, aunque la niña Clara no lo demuestre ella te quiere, así que deja el llanto…

-bueno mi niña- dice Eusebia agotada y bostezando- ya te conté la historia… ahora recuéstate y descansa… yo ya me voy a retirá a dormir…

-Ay mi negra…-dice Graciela- tu sabes todo de mi, de mis pensamientos mis alegrías y mis desdichas, no me dejes sola, ayúdame a cuidar mi secreto…porque tu eres la que tiene las llaves verdad? Verdad? Verdad? Dice Graciela un poco agitada….

-Claro que si mi niña, quédese tranquila que todo está en buenas manos- nadie va a tomar nada suyo….le dice Eusebia tranquilizándola y ayudándola a tomar el ultimo sorbo del té…

UN POCO DE MAGIA PARA GRACIELA

Amaneció… Graciela se asomó por la ventana con un poco de lucidez por el descanso y el té de Eusebia, comenzó a admirar lo grande y hermosa de su hacienda… el bello campo con una grama muy verde por la reciente lluvia del invierno, los pájaros cantando alegres , desde allí se sentía el olor del cacao y del café, se escuchaban las tonadas de los campesinos ordeñando y cabalgando, llevando caballos y yeguas a beber agua fresca del río contiguo.

Los campesinos que la estimaban, al verla asomada por la ventana, la saludaban diariamente con una copla..

Les contaré señores, la historia muy bonita

De linda potranquita, con ojos soñadores

Colita de caballo, andar paso y trotero

De crines muy hermosas, corría por los esteros

Era una potra muy singular

No conocía el amor,

no conocía dolor,

no conocía corral

Solo quería vivir

por el palmar

A lo lejos se escuchaba el retumbar de tambores y cantos… “eran los negros campo adentro” así le decían burlonamente muchos hacendados que poseían tierras cercanas a la suya.

De vez en cuando, se acercaba un niño negro del campo, amiguito de Sebastián y ella lo recibía con mucho cariño, le relataba cuentos, le regalaba dulces caseros que la servidumbre preparaba divinos. Para Graciela no existía clase ni discriminación social, pero a muchos de sus familiares le molestaba, pues temían que dándole confianza a la gente de las cabañas, pudiesen aprovechar y robar objetos de la hacienda.

Cuando Graciela estaba serena, le gustaba compartir con los campesinos y la servidumbre, cosa que a Matilde no le gustaba para nada, cada vez que podía los corría de la casa humillándolos, claro, sin ser vista por su esposo.

Graciela era una mujer joven, le llevaba solo cuatro años a su mejor amiga la negra Eusebia, pero la enfermedad le hacía ver bastante mayor.

Un día claro y fresco, Clara se levantó muy temprano, pidió café y salió al pueblo a comprar adornos para la fiesta. Era el día de su cumpleaños, estaba muy alegre y pidió a la servidumbre que preparara confites, dulces, pasteles y todo lo necesario para celebrar su cumpleaños.

Hacía un tiempo hermoso, la tierra estaba perfumada y húmeda por el rocío de las flores blancas, de los jazmineros y la hierba alta que crecía alrededor de la Hacienda Los Montero.

Clara estaba muy emocionada y sentía deseos de gritar, de reír…

Se dedicó a repartir las invitaciones, se las entregó a sus amigos mas cercanos…

Ya cercana a la hora de llegar los invitados, Clara quería verse hermosa y para eso necesitaba unas joyas que tenía su madre en su cofre. Tocó la puerta y su madre le abrió:

-¡mi niña que hermosa estas! ¿Qué necesitas?

-necesito que me prestes algunas joyas-

¿Para que mija?

-¡No recuerdas que fecha es hoy? … ¡hoy es mi cumpleaños y tendré una fiesta, ¡por dios es el colmo que hasta te olvides de mi cumpleaños!

- mi niña perdóname, es que ya sabes lo que me pasa a veces se me olvidan las cosas-

-claro, tratándose de mi, mas se te olvidan…pero no importa, préstame la joya y te arreglas para que bajes…ponte tu mejor vestido, va a venir mucha gente y no quiero que hagas el ridículo.

-ay mi amor, no me trates como si fuera una loca, yo no estoy loca…¡no, no, no!

-¡ya, ya cálmate, le voy a decir a Eusebia que te prepare tus hierbas para que estés calmada!

Salio del cuarto y llamó a la negra:

- ¡Eusebia! Arregla a mamá y dale las hierbas.

- si, si mi niña Clara, inmediatamente…

Toda la familia estaba preparada esperando los invitados…

Clara presidía la fiesta ansiosa, mientras tanto, Matilde junto a Giovanni recibían a los invitados-.

El salón era amplio, con hermosos claveles sobre el piano, cortinas azules, se escuchaba el sonido de la guitarra a media noche, el champagne con sus burbujas alegraban el alma de todos haciendo olvidar las tristezas.

Comenzaron a bailar, al ritmo del vals, Clara bailaba con un apuesto joven de la ciudad llamado Agustín Zambrano, un joven de ojos claros, caballeroso, inteligente, además de muy buena familia, quedo impactado con la belleza de Clara.

Doña Graciela estaba muy contenta y comenzó a bailar con su hijo Carlos. Ya Clara y Matilde la habían visto y temían que cometiera un error.

Matilde comenzó a refunfuñar y espero que estuviera sola, se le acercó a Graciela diciéndole:

-Estas haciendo el ridículo, vas a hacer quedar mal a tu hija- deberías irte a tu cuarto-

Al irse empujó a la doña y ella trastablilló.

La negra Eusebia se dio cuenta de la maldad de Matilde, y tomo del brazo a Graciela y le pidió que no se separara de ninguno de sus hijos ni de ella, porque de esta forma Matilde no podría hacerle daño.

Matilde aprovechando que Graciela estaba distraída con la negra y sus hijos, habló con Clara diciéndole:

-Clarita ¿ese collar tan bello?

- de mi mama, ¿Por qué?

- no, no por nada, ¡te queda muy lindo!

Todo el mundo comenzó a bailar, y como nadie se daba cuenta de quien subía y quien no, Matilde aprovechó subió y entró al cuarto de Graciela, registrando todas las gavetas y los cofres, y como todo estaba bajo llave, se llenó de rabia, y comenzó a romper todo, tiró todo al piso y se formó un caos. Le destrozó los muñecos que estaban sobre la repisa, Matilde no pudo encontrar nada, pero ella sabía que Graciela tenía muchas joyas y dinero que ella podría y quería para si, Matilde bajó y se sentó en la mesa para no levantar sospechas.

La fiesta terminó. Todo salió como Clara quería.

Era la hora de dormir. Cuando la negra acompañó a Graciela a su habitación; ve todo destrozado. Graciela tiene una crisis y comienza a gritar:

-¡Auxilio, auxilio!

La negra intenta calmarla, pero con los gritos suben Giovanni, Carlos y Clara…

-¿Qué pasó mama? –Pregunta Giovanni-

Ella le responde agitada:

-me querían robar, pero todo estaba cerrado y destrozaron las muñecas que mi madre me dio cuando era niña-

Carlos preocupado la abraza y la calma.

Eusebia trata de tranquilizara y habla con ella, mientras sus hijos, juntos con la negra ayudan a ayudar el cuarto de la doña y quedó todo en su lugar.

Horas más tarde, Giovanni entra a su habitación y habla con su esposa y le dice:

-¡Que yo no me entere que tu tienes las manos metidas en esto, porque quiero que sepas que estoy yo para protegerla! ¡Ella es una mujer buena y te aceptó en su propia casa sin ningún inconveniente!

Matilde le responde dramatizando:

-¡Amor como puedes pensar eso de mi!, yo quiero mucho a tu mamá y la aprecio… tu sabes que yo solo quiero que ella esté tranquila y feliz…

Giovanni no dice mas nada.

Matilde pensó con malicia:

-se que la vieja tiene dinero y joyas valiosas y las voy a encontrar de alguna manera, pues cuando muera, todas sus joyas y dinero serán para mí, por ser la esposa legítima de Giovanni y al resto de la familia los echaré como perros, principalmente a la negra esa…

Sonrió con malicia y se acostó.

Amaneció.

Ya se asomaban los primeros rayos del sol…

Doña Graciela permanecía en su cuarto descansando de tan agitada noche.

Matilde se desveló pensando y pensando, y a razón de esto no bajó a desayunar.

Cuando la servidumbre colocó el desayuno, los tres hermanos aprovecharon y sostuvieron una conversación.

Clara tomó la iniciativa y le preguntó directamente a Giovanni:

-¿Que le ocurrió a mi madre y que le llevó a este estado, si ella era una mujer tan alegre y hermosa?

Giovanni le respondió:

-hermana, nunca dudes que mi madre te quiere y si ella se comportó tan distante contigo fue porque naciendo tu, comenzó a sufrir los síntomas iniciales de ansiedad, demencia y desvaríos, producto de muchos duros golpes que sufrió como la muerte de sus padres y otras circunstancias, y para no preocuparnos a Carlos y a mi porque éramos unos niños, prefirió callar su dolor y encerrarse en si misma-

Giovanni continúa:

-ella siempre nos quiso y nunca tuvo preferencias y aunque no lo recuerdes ella te consentía y te daba todo lo que querías-

-al igual que a nosotros- dijo Carlos, nuestra madre nos dedicó la vida entera brindándonos su amor, la protección y la alegría necesaria. A pesar de su dolor, nunca expresó su sufrimiento frente a nosotros.

Clara respondió:

-Giovanni, mi madre fue muy desprendida conmigo, e incluso ahora lo es. Yo entiendo todo el dolor que sufrió, pero aún así, la siento alejada de mí.

Carlos dice:

-Clarita, no es mamá la que está lejos de ti, eres tu la que la has despreciado, y alejado poco a poco de tu vida, pues no terminas de aceptar que la enfermedad de mi madre no le permite en muchos momentos estar conciente de lo que hace, sin embargo, ella jamás te ha ignorado ni maltratado, mas bien te pide que no la trates como si fuera una loca, ella siempre te pide cariño y comprensión.

Giovanni agregó:

-bueno hermanos, recuerden que ella no solo sufrió la perdida de mis abuelos, también el abandono de nuestro padre le ocasionó un dolor aún mas fuerte por el hecho de que nosotros estuviéramos creciendo sin la ayuda de un padre, Clara, tu siempre fuiste y eres aún muy frívola, solo piensas en ti, en tu figura y todo eso de la moda te distanció de mamá sin tu darte cuenta.

Carlos agregó:

-A pesar de la enfermedad de mamá, ella nos sigue brindando amor, pero nunca debemos dudar de ella ni mucho menos de su cariño.

Giovanni culmina:

-hermana intenta cambiar, hazlo por ti y por todos nosotros, verás que rumbo tomarán las cosas.

Clara quedó pensativa…

La conversación se interrumpió al bajar Matilde.

Faltaba poco para el sábado y ya se acercaban las fiestas parroquiales en Camatagua.

A Matilde le encantaban esas fiestas pues acostumbraban visitar a sus amigos más íntimos y compartían un fin de semana con ellos fuera de su hacienda.

Ese sábado se le dio el día libre a la servidumbre, peones, caporales y campesinos, ese día libre de descanso, los campesinos aprovechaban para bailar y tomarse unos tragos.

Llegó el sábado, los tres hermanos, Matilde y Sebastián se fueron de fin de semana a la Hacienda San Pedro, donde vivían buenos amigos de la familia.

La Hacienda los Montero, quedó sola, únicamente con algunos campesinos y doña Graciela, porque la negra Eusebia fue en busca de sus amigos de “ojo blanco” para cantar, tocar el tambor y pasar un rato agradable ya que a doña Graciela le encantaba compartir con los amigos de Eusebia.

Eusebia llegó a la hacienda y encendieron una fogata en el inmenso patio. Comenzó el repique de tambores, Graciela se entusiasmó y comenzó el baile.

Todos estaban alegres.

Cuando terminó el repique de tambores, Eusebia comenzó a cantar en una lengua extraña invocando a sus santos.

El ritual consistía en darle tres vueltas a la fogata para alejar las malas influencias mientras se untaba omiero para esparcirlo por toda la hacienda, mientras se daba la vuelta se pronunciaban palabras como:

ELLEGUA,

TU QUE TIENES LA SANGRE GUERRERA,

ERES EL MENSAJERO MEGISTRAL,

EL CENTINELA DEL HOGAR,

QUE VELAS POR LA PAZ

LAROYE HIJO DE DIOS,

DIOS LUCUMÍ

QUE OLOFI PUSO EN LA SABANA DE URÉ

ES MI PLEGARIA DE TAMBO Y ACHERE

VA PARA TI, ELLEGUA

OMI, OMI, OLOCUM

ACUAMILÉ

TRAIGAN POR FAVOR DEL CIELO PAZ Y AMOR

QUE LLENEN ESTA HACIENDA DE LUZ

Y ALEJES LA MALDAD QUE ALBERGA

EL ALMA DE MATILDE CONTRA GRACIELA…

Después de estas palabras, continuó el baile y asi se cerró el ritual.

Se escuchaba aún el cuatro, el arpa y las maracas…

DE NUEVO EN EL JARDÍN

Fue una larga noche y Graciela sintiéndose en paz, tranquila y en armonía, decidió que al día siguiente entraría de nuevo al jardín donde estuvo por primera vez con su primer amor.

Amaneció; doña Graciela se levantó muy temprano dispuesta a entrar de nuevo al jardín en el que estuvo con su gran amor. Y como sus hijos no regresaban sino hasta el lunes; aprovecho, se acerco y entro:

Apartó la maleza y sauces llorones que cubrían la puerta…

- Al abrirla, su nombre llegó a su mente como un recuerdo dulce, como el suave aroma de las rosas que rodeaban el banco en el que juntos compartían, como el vuelo de las alegres mariposas, el árbol en el que amorosamente el talló sus nombres y en el que se prometieron amarse eternamente…

Después de estos recuerdos entró y caminó lentamente detallándolo y viéndolo todo muerto y seco.

Las rosas estaban marchitas, el árbol de las promesas con hojas caídas, el banco sucio y empolvado. Todo estaba cubierto de altas hierbas…

Sacudió un poco el polvo que cubría el banco, olvidó por un momento lo grande que era este jardín.

Este jardín que fue testigo de sus momentos de felicidad que vivimos durante la juventud.

Esa juventud que fue el ayer, hermosa y pura.

-Tu ausencia destroza mi alma…- dijo Graciela para sus adentros…

¡Si volvieras!

Se acercó al árbol de las promesas; se recostó sobre su tronco, y besó el corazón que levaba su nombre, y allí, al pié del árbol, recordó aquella juventud que se llevó el pasar de los años.

-Recuerdo tu partida, me lleno de dolor y se abre mi primera herida-

-esperé con ansias tu regreso, pero ya todo estaba perdido, habías muerto.

-solo me quedó el consuelo de haber tenido un hijo de mi gran amor…tan parecido a ti.

Se quedó un rato junto al árbol recordando las palabras y los juramentos de amor.

Había pasado mucho tiempo, ya era de tarde y estaba un poco oscuro. Miró hacia la puerta y se dijo:

-Sólo esta puerta cubre la entrada al jardín donde juntos guardamos nuestro secreto, guardando en silencio las cosas muertas pero que dentro de mi corazón aún viven…

Salió del jardín sintiendo un gran dolor de ausencia. Pero a la vez se llenó de vida al recorrer aquel sitio en el que estuvo por primera vez con Iván.

Guardó bien la llave y se acostó. Antes de dormir vio con claridad la mano de Iván extendiéndosela para que junto a él recorrieran el jardín. Pudo sentir la suavidad de sus manos y con esta sensación, se quedó dormida.

LA AMENAZA Y LA EXTRAÑA SOMBRA

A la mañana siguiente, bajó a desayunar y se encontró con la sorpresa de que sus hijos habían llegado. Se sentaron todos en la mesa y conversaban de lo bien que la habían pasado en la hacienda San Pedro.

Doña Graciela se retiró de la mesa y fue hacia la cocina a contarle a Eusebia lo que había hecho la tarde anterior, comentó que se sentía alegre y llena de vida.

Eusebia se contentó por la valentía y el coraje que tuvo Graciela al enfrentarse con su pasado.

Graciela regresa a la mesa para escuchar los comentarios del fin de semana. Giovanni aprovechó para informarle a su madre que vendería unas reses a un hacendado de la ciudad que pagaba muy bien y tenía el deseo de comprar la hacienda contigua.

Graciela no se opuso y le dijo que vendiera las que fuesen necesarias.

Eran las cuatro de la tarde, Giovanni fue a arreglar el contrato para venderle las reses y salió a la ciudad. Clara, Carlos y Sebastián; estaban descansando. En ese tiempo libre; Matilde aprovechó para preguntarle a Graciela donde escondía las joyas, pero sus preguntas fueron en un tono de dominio y a la vez de amenaza.

Graciela intimidada y sin saber la razón de sus preguntas le respondió:

-Matilde lo siento, yo no guardo joyas, las pocas que tengo son las que heredé de mi madre antes que ella muriera.

-¡mentirosa! Le dijo Matilde, ¡tú tienes mucho dinero y joyas que yo quiero para mí!

-Pero está bien, no me digas donde las guardas, -le dijo Matilde- pero te juro que cuando las encuentre te echaré de esta hacienda y todo tu dinero será mío, ¡no te dejaré descansar, te estaré espiando todos los días, hora tras hora; hasta que confieses cual es tu maldito secreto que tienes con la negra. Porque aunque no digas nada, yo se que guardas algo y no descansaré hasta conseguirlo!

Graciela asustada por la forma en que Matilde le habló, comenzó a gritar:

¡Eusebia, Eusebia, Eusebia!

La negra subió corriendo por los gritos de la Doña.

Cuando llegó hasta su habitación se encontró con Matilde y con tan sólo una mirada de Eusebia; Matilde salió corriendo del cuarto.

En el tiempo que estuvieron a solas; Graciela le contó a Eusebia todo lo que Matilde le dijo, de forma agitada:

-¡Tengo miedo, esa mala mujer sabe que tengo un secreto y no va a descansar hasta descubrirlo! ¡Tengo miedo que mis hijos se enteren y me odien, además me va a espiar hora tras hora Eusebia! ¡Esa mujer quiere robarme todo, incluso mi secreto!

Eusebia, de manera segura le respondió:

-mi niña ella no va a hacete nada, yo me encargo de eso, todo está bajo control, quédese quieta-

Pasaron varias semanas y las amenazas de Matilde continuaban, estaba al pendiente de todo lo que hacía Graciela.

Las costumbres de la familia continuaron igual durante cinco años.

Ya Sebastián era un adolescente, tenía trece años y sabía las cosas que sucedían entre Matilde y su querida abuela. Lo peor, es que el sabía la ambición que se encontraba en el alma de su madre. Y tomó la iniciativa de proteger a su abuela de todo el mundo, incluso de su propia madre.

Carlos se enamora de una hermosa y buena joven llamada Camila, que vivía en la ciudad de Maracay.

Carlos planeó una reunión en la que anunciaba cordialmente el deseo que tenía de casarse con Camila. Sus hermanos y Doña Graciela estuvieron de acuerdo.

La joven asistía todos los días a la hacienda Montero para planificar con su familia la fecha de la boda la cual se efectuaría en menos de dos semanas.

Cayó la noche, todo oscureció, Doña Graciela se asomó por los pasillos asegurándose que no había nadie despierto… a hurtadillas con un martillo y clavos en mano sale y se sienta en el patio trasero y comienza a martillar una caja de madera que guardaba en la cabaña donde dormía un empleado de la hacienda.

Tomó sus herramientas y comenzó a decir frases como:

…¡títeres que desfilan jugando por mi mente…!

…¡déjenme llorar…déjenme reír…déjenme morir… déjenme guardar mi tesoro…!

…¡todos tienen que saberlo… todos, pero ella no…ella es mala… ella no…!

…¡ a la rueda, rueda…de pan y canela…!

…¡sólo cuando yo muera sabrán mi secreto…!

En el momento que Graciela salió de la casa, Matilde la había seguido y había escuchado todas las palabras que dijo la doña.

Pero lo que Matilde no sabía era que durante aquel fin de semana en el que toda su familia estuvo afuera, se realizó un ritual el cual consistía en proteger a Graciela de Matilde.

En el momento que Matilde tiene la intención de asustar a la Doña, vé la figura de algo que no podía tocar…algo desconocido… sobrenatural…era el santo protector de Graciela….

Cuando Matilde vio eso, salió temblando y en su mente solo escuchaba las palabras pronunciadas por Graciela:

…¡títeres que desfilan jugando por mi mente…!

…¡déjenme llorar…déjenme reír…déjenme morir… déjenme guardar mi tesoro…!

…¡todos tienen que saberlo… todos, pero ella no…ella es mala… ella no…!

…¡a la rueda, rueda…de pan y canela…!

Matilde sentía que se estaba volviendo loca….

En el preciso instante en que Matilde se regresaba a su cuarto, Giovanni estaba entrando de regreso de la ciudad, Giovanni notó su miedo en los ojos…

-¿Qué te pasa mujer? –preguntó Giovanni fríamente-

-nada, nada….y se quedó en silencio…

-¿nada? Parece que hubieses visto un fantasma…. Dijo Giovanni, ¿o será que tu conciencia por las maldades y los malos tratos hacia mi madre…?

-ya no eres la misma mujer de la que me enamoré hace años, sabes, creo que no siento lo mismo por ti… y perdona si soy crudo y cruel con estas palabras, pero es lo que siento.

Matilde no respondía…

Giovanni dio media vuelta y se durmió…. Era un poco tarde…

En el momento en que Giovanni hablaba con Matilde, Graciela seguía martillando la caja, habían pasado unos quince minutos y Graciela se levantó del banco y se fue a dormir…

Matilde no dejaba de pensar en la presencia sobrenatural que había visto y la canción y las frases le daban vueltas en la cabeza…

Amaneció, era el día de la boda de Carlos, la cual fue celebrada en la Iglesia de Santa Inés.

La Iglesia estaba hermosa, con grandes ramos de rosas blancas…

Carlos y Camila estaban muy felices y sus familiares también.

Después de la celebración se fueron las dos familias a la hacienda Montero, para celebrar las fiestas. La Hacienda fue decorada por los empleados.

Estaban todos bailando alegres, disfrutando de la música y de la comida.

Matilde, estaba sentada en una silla sola y en silencio, seguía atormentada por lo de la noche anterior.

Todos la observaban y decían:

-¡que rara está! ¿Giovanni que le pasa? –preguntó Clarita-

El con frialdad respondió: -no se… desde hace tiempo estamos muy distantes…-

Mientras la familia intercambiaba ideas sobre Matilde, Sebastián estaba sentado en una de las mesas conversando con muchachas de su edad.

Después del brindis, los novios se fueron de luna de miel. Antes de irse Carlos y Camila abrazaron a Doña Graciela, pidiéndole que se cuidara y que pronto volverían.

Graciela estaba feliz, Sebastián al lado de su abuela les gritó alegre:

¡Felicidades, váyanse tranquilos que yo cuido a mi abuela! Cuídense mucho… ¡adiós Camila!

Cuando se marcharon los novios y regresaron al salón, ya Matilde no estaba.

Giovanni la buscó por el patio, pero no la encontró, un sirviente les dijo que estaba en su habitación, habia ido a descansar.

Matilde estaba pensando en las oportunidades que tendría al irse Carlos, su esposo estaba ganando mucho dinero por la venta de las reses y con eso había comprado varias propiedades, en una de las cuales vivirían Carlos y su esposa. Solo le quedaba encontrar el secreto de la doña, meterla en un manicomio, quitar a Clara y a Giovanni del camino, echar a la negra a la calle y de ese modo se quedaría con todo.

Aunque todavía no dejo de pensar en esa aparición…

-pero bah! Yo no creo en esas cosas, son solo alucinaciones de mi mente…. Dijo Matilde para sus adentros-

UNA PRIMERA CONFESIÓN

En la hacienda Montero, la rutina continuaba igual, Graciela salía al campo con Sebastián, los señores visitaban a sus vecinos, Giovanni seguía haciendo negocios.

La doña se normalizaba y caía de nuevo en crisis, dependiendo de las emociones que llevara durante el día. Los campesinos alegraban a Graciela, la negra Eusebia continuaba con las labores del hogar, recogiendo hierbas para el cuidado de todos en la hacienda, vigilando las cosas de Graciela… etc.

Pasaron algunos meses, doña Graciela tenía por costumbre visitar a Carlos y a su esposa. Al pasar estos meses, ya la doña se le notaba la vejez y estaba un poco decaída.

En una de las visitas hechas por Carlos y su esposa a la familia, Camila dio la noticia que estaba embarazada. Los felicitaron, todos estaban muy alegres porque dentro de unos meses tendrían un nuevo integrante en la familia….

Clara comenzó a perfeccionarse tocando el piano, esa tarde, en que Clara tocaba una canción en el piano, tocó la puerta su pretendiente, era un joven apuesto y muy culto pues se había graduado de médico en una universidad en Caracas, Agustín quería mucho a Clara y ella sentía mucha atracción por él.

Cuando entra, clara quedó sorprendida pues no se veían desde su cumpleaños, debido a que estaba terminando su carrera.

Agustín saludó a la abuela con mucho cariño, a Giovanni y a la negra.

Le preguntó a Graciela como se sentía, la doña le respondió:

-ay mijo un poco cansada por los años, pero todavía no es mi hora.

- bueno abuela, cuente conmigo para lo que sea, cualquier malestar que sienta no dude en llamarme- dijo agustín.-

-bueno mi amor, muchas gracias, los dejo solos para que conversen….

Mientras ellos conversaban a solas, Graciela tuvo la iniciativa de hablar con Eusebia para que le dijera si era oportuno hablar con Sebastián sobre el secreto y el jardín.

Eusebia aceptó y fue a buscar a Sebastián.

Se sentaron los tres en el patio trasero donde todo estaba solo, para que ellos hablaran con calma.

Comenzó Eusebia a hablar….

-mi niño- tu abuela tiene algo muy importante que contarte…

-dime abuela.. ¿Qué paso? Respondió Sebastián…

-no mijo, no te preocupes, que no es nada grave respondió la doña- pero es algo delicado y se que me entenderás, tu siempre me has comprendido y has sido muy especial, solo espero que no me odies por lo que voy a contarte…

-hace muchos años- comenzó doña Graciela-cuando era todavía una adolescente, me enamoré de un joven llamado Iván, el cual mis padres no aceptaban pues no poseía bienes de fortuna y quería participar en la guerra federal, sin embargo, yo seguí viéndome con él a escondidas en un lugar que está muy cercano aquí de la casa… que luego te mostraré.

-Nos amábamos muchísimo, nuestro amor era puro, tan puro que me entregué a él en cuerpo y alma… Graciela sollozaba…

-Nos juramos amor eterno y en el tronco de un árbol dejamos plasmados nuestros nombres.

-Una tarde, Iván llegó muy triste, porque había decidido ir a la guerra, y de ese modo demostrarle a mis padres que él si valía y estaba a mi altura… Iván se marchó, prometiéndome que regresaría, pero nada salió como esperábamos; mis padres se enteraron que estaba embarazada por el cambio que notaron en mi cuerpo… el niño que esperaba era tu padre…

¡que! -replicó Sebastián contrariado- ¿y mi abuelo Arturo?

-hijo, no me critiques- respondió Graciela- perdóname, nunca lo dije por temor a ser rechazada, solo espero que guardes el secreto hasta la hora de mi muerte.

-Abuela, yo no soy quien para juzgarte- dijo Sebastián- Admiro mucho ese amor y el valor que tuviste…pero…¿Qué pasó con Iván?

-Iván se marchó, tus bisabuelos me obligaron a casarme con tu abuelo Arturo por temor a las críticas de sus amigos. Me casé con Arturo… tu abuelo era un poco seco y tosco, me obligó a que le correspondiera como esposa y creyó siempre que el hijo que nació Carlos, era suyo. Arturo era un borracho, nunca pasó tiempo con ninguno de sus hijos, solo pensaba en jugar y apostar.

-Poco después que nació Clara tu tía, un hombre tocó la puerta de la casa, era un amigo de Iván…. Ese hombre me informó que Iván había muerto en la guerra, pero que había muerto tranquilo por haber luchado por su patria, me dejó dicho que lo perdonara por no haber podido cumplir la promesa de regresar, que me amaba muchísimo y que nunca lo olvidara… nunca lo olvidé… yo si cumplí mi promesa…

-De ahí en adelante decidí dedicarme a mis hijos, mis padres habían muerto en un accidente, años después Arturo perdió la hacienda, se montó en su caballo y mas nunca supe de él… regrese a mi casa y aquí estoy, contándote la historia de mi vida y mi secreto.

-A raíz de tantos golpes que me dio el destino, comencé a sufrir de demencia, alucinaciones, y a pesar de ser joven me fui convirtiendo en tu abuela la loca… la distraída… pero que los ama muchísimo…siempre conté con el apoyo de mi negra Eusebia…

-Quiero que sepas, que a pesar que Carlos no es hijo de Arturo y que mis hijos no son hermanos de padre, los quiero a todos por igual

Sebastián muy triste dijo:

-Como has sufrido abuelita… tranquila, que por mi boca nadie sabrá nada, no te juzgo ni te critico, mas bien te admiro porque eres una mujer fuerte que supo llevar los golpes que te dio la vida.

La negra Eusebia agrego:

-¡Eso es verdá mijo! Pero sabes muy bien las maldades que tu madre le ha hecho a tu abuela, se que le duele pero es la purifica verdá…

-Si negra yo lo se –respondió pesaroso Sebastián- yo he hablado con ella, pero me ignora, no me escucha… tranquila abuelita que de ahora en adelante estaré mas pendiente de ti.

Los tres se abrazaron, Sebastián y Eusebia lloraron y se

abrazaron amorosamente

Sebastián tenía deseos de ver el lugar del que su abuela le hablaba…

Pasaron algunos meses muy tranquilos, sin embargo Matilde, con sus deseos de fortuna y maldades no dejaba de pensar en el secreto que guardaba la abuela. Una tarde les llegó la grata noticia del nacimiento de la niña de Carlos y Camila, un nene hermoso a la que llamaron Luisa, toda la familia iba a visitarla a menudo…

-¡nació la niña que va a llenar de alegría mi hacienda! Decía la abuela llena de felicidad.

Transcurrieron varios años, Sebastián era un muchacho muy guapo de diecisiete años, Doña Graciela estaba muy orgullosa de él y amaba a su nievecita Luisa que ya tenía cuatro añitos. Sebastián llevaba frecuentemente a su mejor amiga Irene, que la familia estimaba mucho, una joven noble sencilla y de mucha confianza para Sebastián.

Una tarde de lluvia, Matilde entró a la habitación de Graciela en un descuido de la negra. Se escondió y esperó a Graciela, cuando ésta entró, le saltó encima diciéndole:

- ¡Me quieres volver loca como tu! ¡Vieja, dime lo que guardas! ¿dinero? ¿joyas? ¡mi herencia!!!

Graciela comenzó a gritar pidiendo auxilio,

- ¡Eusebia! ¡Me quiere robar! ¡me quiere matar! ¡auxilio!

A los gritos de doña Graciela. Eusebia subió….

Matilde al intentar separarse de la doña y escapar, miró de reojo al espejo del cuarto y volvió a ver la figura alta que la miraba fijamente y con amenaza, una sombra alta, vestido de blanco… era algo que no estaba allí, como en penumbras.. La misma aparición que vio aquella noche tras la pared…. Al ver a la figura y a los ojos de Eusebia que había entrado a la habitación, Matilde huyó corriendo… Doña Graciela entró en crisis y cayo desmayada.

Al despertar Graciela, Eusebia le contó para tranquilizarla, que lo que veía Matilde era su espíritu protector que se le aparecía y la asustaba cada vez que intentaba hacerle daño, Graciela, mas tranquila, se quedó con Eusebia toda la noche.

Entre tanto Matilde, pensaba en lo que había visto de nuevo y pensó:

-¿Será que estoy enloqueciendo igual que la maldita vieja?

-¡no, no, noooo! ¿Pero que será eso que vi?

-Si, si, si, me estoy volviendo loca….

Y la canción de Graciela retumbaba en los oídos de Matilde…

Amaneció… esa mañana Matilde le pidió a Giovanni que la llevara de paseo porque necesitaba distraerse, clara y Agustín fueron al río aprovechando la mañana soleada

Graciela llamó a Sebastián y le dio:

-hijo, ya es el momento…

-¿ya abuela? Respondió Sebastián sorprendido… -estoy ansioso por verlo- ¿pero porque ahora? ¿Sientes que vas a morir?

-No mijo, todavía me falta- respondió la abuela, pero antes que entres allá, quiero que escuches estas palabras, ya que ellas explican el porque te llevaré, porque tu tienes el corazón puro, escúchame con atención:

-En la vida hay momentos grandes, divinos, poderosos, inmensos y únicos, y tú, eres el único que con tus nobles gestos podrás revivir aquello que murió esa tarde tan dolorosa, dejando tras enredaderas y árboles caídos, un jardín sin vida, dejando tras su puerta mi amor frustrado.

Agregó Eusebia:

-Mi niño Sebastián, sólo con el poder de tu corazón, podrás revivir lo que tu abuela ha querío tanto, escúchame y recuerda lo que te digo:

-Si crees en tus sueños, y te afanas por tomarlos, parte de tu realidá, verás que tó lo que tú quieres se transformará, si quieres revivir este jardín tu solo podrás hacelo con la fuerza de tu corazón… este jardín necesita de tu ayuda, necesita ser sembrao, amao, protegío, recolectado y cuidao.

-¿Negrita yo puedo traer a mi amiga Irene? Preguntó Sebastián. Ella es muy buena.

-Si hijo, ella tiene buen corazón, pero que ese secreto quede entre nosotros cuatro.

-Vé y búscala, respondió Graciela.

Sebastián salió corriendo y al rato regresó con su amiga. Irene le tomó por sorpresa la confianza que depositaron en ella. Inclusive juró que nunca le diría a nadie.

Ya era el momento: Graciela sacó de su camisón una llave.

Se colocaron frente a las enredaderas y Sebastián comenzó a separar la maleza que había crecido sobre la puerta. Al fin entraron. Irene y Sebastián miraron asombrados lo grande y lo bello del jardín a pesar que todo estaba muerto.

Graciela dijo:

-Tómense de las manos, de ahora en adelante ustedes tienen la magia para hacer florecer mi jardín.

Eusebia los condujo hasta el banco donde solían hablar Graciela e Iván.

Miraron a su alrededor. Era un inmenso jardín, y la vista era espléndida; caminaron casi todo el jardín, Graciela se sentía feliz, pues algo dentro de ella le decía que ocurriría un milagro con aquellos dos jóvenes y haría que su jardín floreciera.

Graciela los condujo hasta el árbol de las promesas, cuyo tronco había crecido muy alto. Les señaló el corazón tallado en el árbol y muchas palabras que Iván había escrito.

Este es mi árbol de promesas – dijo Graciela-

Cerca, había flores marchitas, que de inmediato Irene comenzó a arrancar, Eusebia les dijo:

-Esperen muchachos, les entregó unos guantes y un rastrillo que había en una cabañita cercana.

Graciela les dijo:

-La puerta del jardín quedará abierta solo para ustedes, nadie los verá, pues la maleza y los árboles de sauce cubren la entrada. Prométanme Sebastián, Irene, que lo harán florecer, es duro el trabajo pero ustedes lo lograrán.

Se tomaron los cuatro de las manos y se prometieron efectuar esa labor, que para los chicos era una muestra de amor y de aprecio para Graciela. Aunque Irene no sabía porque tenían el jardín en secreto, ella lo hizo de buena fé y sin preguntar nada.

Graciela y Eusebia partieron, entre tanto Sebastián e Irene comenzaron a arrancarlas hojas muertas, buscaron semillas, tallos de flores, etc. Esto se convirtió en rutina para los jóvenes.

Pasaron algunas semanas con fuertes lluvias, y desde ese momento comenzaron a crecer las flores, el jardín estaba tomando forma, tenía un color verde brillante…

Matilde, cada vez que intentaba hacerle daño a Graciela, veía aquella aparición y escuchaba ruidos, la cual asustó tanto que no quería ni siquiera ver a la Doña. Estaba fuera de sí, hablaba incoherencias, sintió que estaba enloqueciendo

EL OCASO DE GRACIELA

Una mañana de primavera, Graciela se sentía muy mal, llamó a Eusebia con voz tenue, ésta se sorprendió y le dijo:

-¿Qué te ocurre mi niña?

-Llegó la hora mi negra, gracias por todo lo que hiciste por mí…

-Ya va mi niña ¿que dices? Respondió la negra, ¿en que te ayudo? Voy a buscá al dotocito pa que venga y la cure.

-No Eusebia, nada me va a curar, llegó mi hora, dijo la anciana con una leve sonrisa, siento una presión en ele pecho, llama a mis hijos por favor.

Eusebia mandó a llamar a toda la familia.

Los tres hijos, Sebastián e Irene subieron apresuradamente y se sentaron alrededor de Graciela. Sebastián llorando le dice:

-Abuelita no te vayas sin antes verlo.

-No es necesario hijo mío, yo me lo imagino, -respondió Graciela acariciándole sus sedosos cabellos- Eusebia busca la caja por favor.

La negra corre y la sube.

Los tres hijos no decían nada, sólo lloraban.

Graciela le dijo a sus tres hijos:

-Ay hijos míos, ¡como los amo, espero que me perdonen! Ay las cosas de la vida, quien creyera que a través de las cosas que suceden la vida se va, como se van las tristezas; el jardín renació y ahora yo me voy en este dia de primavera…

-Sebastián, Irene, gracias por revivir el jardín, por llenarlo de magia y de luz, queda de ustedes mantenerlo vivo.

-Mi negra, nunca te vayas de esta casa, mas que mi amiga eres mi hermana, mi confidente, la que me protegió de las maldades de Matilde, sin embargo, mis propiedades de la casa de verano son tuyas, al igual que las rentas que produzca mis negocios allá… todo está arreglado, sin embargo me gustaría que te quedaras acá, cuidando de mis nietos y de mis hijos al igual que lo hiciste conmigo. ahora si, quiero que uno de ustedes lea esta carta…

Se levantó Giovanni y la leyó…

…conciente de que ya se acerca el fin de mi vida y triste de no haber podido hacer algo importante con ella, les dejo este secreto a mis hijos para que después de mi muerte conserven siempre en sus recuerdos la verdad de la vida de esta vieja…

Giovanni ya no puede seguir leyendo, y le pasa el sobre a Clara que con remordimiento lee…

…yo soy Graciela, y esta es mi razón…

…las cartas de mi único amor…

… con el que nunca pude casarme porque fui obligada a casarme con un hombre al que nunca quiso, pero con el que tuve dos hijos… aunque nunca llegué a ser feliz, ese hombre que me hizo infeliz tantos años, es el padre de Clara y Carlos.

Todos se quedaron en silencio…. Solo se escuchaba el canto de un alcaraván a lo lejos… hasta que la voz de Graciela, ya moribunda rompió el silencio diciendo:

…antes de terminar quiero decirles:

-Giovanni, tú eres el único recuerdo vivo de mi verdadero amor, pues antes de casarme con Arturo, estaba embarazada.

Quiero decir con esto que tu eres el hijo de Iván mi único amor. Espero que me perdonen, nunca lo dije por miedo a que me rechazaran.

…pero los quiero a todos por igual…es por esto que siempre fui infeliz… años de tristeza… años de ausencia…años de remordimiento..Perdón hijos míos, por favor entiéndame…

… todos mis bienes de acá, esta hacienda, mis joyas y todo lo que poseo es de ustedes tres y de los nietos que tengan, ya Eusebia sabe lo que le corresponde, pero ¡a ella no! ¡A Matilde nada! ¡ Ella es mala!

Respiró profundamente y murió tomada de la mano de Eusebia.

Sus hijos no paraban de llorar… se sentían abatidos y muy solos… la negra Eusebia, entre oraciones y lágrimas, le cerró los ojos.

Clara se sentía culpable por no haber entendido tanto sufrimiento, le pidió a Agustín que revisara a su madre.

Agustín dijo:

-Lo siento, Doña Graciela ya murió, le ha dado un infarto, ahora descansará en paz.

Eusebia no paraba de llorar ni sus nietos tampoco…

Matilde escuchó que Graciela había muerto… salió huyendo de la hacienda porque sentía que esa presencia la perseguía a todos lados.

Clara bajó al piano y tristemente comenzó a tocar y cantar una melodía como despedida a su madre:

“…quisiera ser, el ave peregrina,

Para volar adonde esta mi amor

Y allí decirle con doloroso acento

Que yo me muero de pena y de dolor,,,

Quisiera ser como la mariposa,

Que al cielo va volando dulcemente

Ella es feliz porque ella nunca ha amado

Ella es dichosa porque ella es inocente

Porque porque se ha ido el ser querido,

El ser que nunca ya podré olvidar

Voy a pedirle a dios que la bendiga

Porque la amo y la adoro sin cesar…”

El día siguiente velaron y enterraron a Graciela, su tumba estaba al lado de la de sus padres, Eusebia dijo frente a la tumba de Graciela:

-Descansa en paz mi niña. Allá en el cielo te encontrarás con Iván. Tu único amol

Todos se fueron tristes… ni el cantar de los pájaros se escuchaba aquella tarde…

EPÍLOGO

Pasado un año de la muerte de Graciela, Luisa ya tenía cinco años y a Eusebia le encantaba contarle historias.

Un día le contó una historia llamada… EL SECRETO, la niña se fascinó con esa historia…

Le preguntó:

-Nana, quien es esa mujer que camina frente a la hacienda cantando algo parecido a: títeres, a la rueda rueda….¿Por qué mira tanto para acá?

Eusebia le contestó.



81


-Ella es una mujé que le hizo mucho daño a tu abuela y se volvió loca…

-Ahhh… ¡que mala es esa mujer! Dijo la nene…¡cuéntame mas nana!

-No mija… cuando crezcas te contaré la historia… dijo la negra, lo único que te puedo decir, es que cuentan los campesinos de las haciendas vecinas que ven a esa mujer deambulando sola y cantando a la rueda rueda, no saben si es un espanto o si es simplemente una loca mas…

-Bueno, ya es tarde mi niña, es hora de descansá, yo ya toy un poco vieja y cansá…

Todos dormían en la hacienda Montero.

FIN

Pero…cuentan los pobladores y afirman los hacendados, que en noches de luna llena, ven a una pareja tomados de la mano caminando por un jardín cerca de un árbol….

Bárbara Sanz García

Abril 2007

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