Muerte, túnel sin tiempo, que desgarras todo a tu paso,
eres cruel indigna e invulnerable y dejas igual a ti, todo lo que tocas.
Sabes herir al viviente, sin bastarte tan sólo él, sino que matas de dolor y quejas;
a quien no te sintió llegar.
En menos tiempo del que tarda una gaviota en emigrar; te llevaste de mi alma y mi espacio el más hermoso y vivo corazón.
¿Por qué lo has hecho?
¿Te complace hacer sufrir a un emigrante volador?, ¿un joven dios que espera el triunfo?
...tienes todas las armas en tu mano y no podemos detenerte...
No somos capaces de encarar tu increíble fuerza...
¿El tiempo no tiene tiempo para ti?
¿La edad, no significa nada?
¡Malditos juegos de inocencia!
¡Ni la juventud la respetas!
¿Te gustaría acaso sentir lo que sintió papá al morir?
¿Lo que vivió tan sólo y que no pudo evitar ni controlar?
¿Te gustaría verte al espejo y sentirte atrapada entre tus propios y huesudos brazos?
...esos brazos indolentes que ni las caricias de un niño ni el calor de un anciano inmutan...
¡Fríos como el hielo y calientes como la fiebre!
...nadie ha podido liberarse de ti y cuando te sienten llegar; cuando sienten la hora despiadada y maloliente, sólo se acogen ante un dios de amor que alivie el dolor de una despedida eterna...
Ese dios que no conoce impedimentos, omnipotente y omnipresente, ¿es la única esperanza para el viajero sin retorno?
¿Acaso tú fútil muerte, te enfrentas a él también?
¿Le disputas el derecho de las almas?
¡Que maldita y desgraciada eres!
El mundo solloza nudos de dolor que ni el éter ni la infinidad del espíritu alivian...
¿Pero... y los que nos quedamos? ¿Qué hay de nosotros?
¿Sólo la espera nos queda?
¿La ceguera de la entrega al regazo del destino es nuestro único oficio terrenal?
¡Papá… que feliz debes ser!
Si no es así... ¿Por qué no regresas?
¿Porqué no regresas conmigo?...
..., no, es inútil, el lazo que nos unía se ha roto...
Mi esperanza es encontrarte algún día, poder abrazarte de nuevo y que la eternidad se convierta en fiel compañera de nuestro amor, quiero volver a volar por el cielo sentado en tus rodillas, quiero escuchar tu voz en mi oído cada noche, ¡sabes!, seré grande por ti, quiero que me aplaudas siempre desde dondequiera que estés, que más temprano que tarde estaré contigo y te daré ese abrazo que deseo tanto darte; y la luz del firmamento nos unirán de nuevo, y esa vez no volaremos en el cielo como antes...
Viviremos allí.
Tu hijo Miguel Angel. (23-07-1996)
a 4 años de su muerte
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