Un leve zumbido se apoderó de mis oídos, y un calor efímero pero recalcitrante quemó mi abdomen, mientras un fino y delicado hilo plateado salía de él.
Lágrimas y jadeos escucho a mi alrededor sin poder comprender, me traen flores, flores y más flores... ¡huelo a tierra, a polvo, a humedad! ¡Tierra, agua, polvo! ¡Lluvia, tierra y polvo!, sólo veo rostros enrojecidos y llorosos tras un cristal, manos que pasan y acarician el cristal, manos marcadas tras un cristal...
Siento esponjosas y frías manos rozar mi cuerpo sin poder mirarlas, mis pies se hunden en la nada, respiro sin inhalar, hablo sin exhalar, no tengo vista en mis ojos, pero mi cuerpo todo deja ver a su través. Cruzo salas y explanadas oscuras; por los espejos de mi mente cruzan fotos sepia de callados recuerdos; madre, padre, abuelos y hasta presidentes, recuerdos de éter tomando forma, formas indescriptibles inundadas de azul.
¡Sentí de nuevo las manos esponjosas y frías que me halaban antes, y lo hacían ahora!
¿Dónde está mi tornillo pintado?
¿Dónde está mi espada mágica o mi carrito preferido de madera?
¿Acaso ya no podré sentir en mis manos las ligas con que jugaba, o mis monedas antiguas que coleccionaba?
Me siento ligero como el algodón arrastrado por el viento pero anclado invisiblemente a... ¡nada!
De mis ignotas profundidades sale una voz trémula que va aumentando a través de mi pecho y cargada de volumen atraviesa mi garganta y entre mis labios se detiene... ¡Una piedra! Escuché de mi voz al abrir los labios; se me oscurece el horizonte y me caigo vertiginosamente en un precipicio. Mareos, zumbidos, colores... desperté arrinconado y acurrucado en la tierra, lleno de tierra y neblina, lleno de noche y lunas, pero no me ensucié, no tenía donde ensuciarme, no había ropa, no había piel, no había nada..., yo no estaba donde estaba, sin embargo; tenía sensaciones; temblaba.
Caminé sin dejar huellas, traspaso un gran círculo turbulento y... ¡Familia!, Una familia camina de espaldas hacia una gran reja, manos negras separan las grandes blancas de las pequeñas blancas... ¡Las pequeñas blancas son las mías! ¡Me separan de mis padres! ¡No, no se los lleven, tengo solo cuatro años...!
...cuatro años...
Un gran estruendo se escucha a lo lejos y el fuego consume a mis padres; mis padres se queman...
Otro círculo turbulento y...un salón de clases, con altos ventanales de caoba y vidrio; yo de espaldas me distraigo con tres monedas grabadas con una “P” y un “
¡Un latigazo!
Rebota en mi cuello y una lágrima resbala por mi mejilla derecha; volteo y maldigo silentemente las manos que, enmarcadas en sudor y tiza y guiadas por profundos ojos negros afincan un segundo latigazo esta vez, sobre mis manos... cegado por el dolor; penetro en otro círculo turbulento muy blanco y brillante...
Mis ojos observan un amplio terreno, lleno de bombas, música, payasos y sombreros de copa, de gente amontonada al borde de un precipicio que, llenos de avidez y ahogados por el humo de las cámaras fotográficas esperan ansiosas el despegue del primer planeador. Yo jugaba azorado con otros niños; cuando de pronto mi barquilla resbala por mis tirantes, mancha mi camiseta de lino y cae al piso, mezclándose frutilla y piedras, vainilla y arena. Una huesuda mano inundada de pelos me toma bruscamente por la oreja, me lleva a un ático oscuro y húmedo con una ventana redonda empotrada en un círculo metálico...
Observo por la ventana...
Risas desde abajo...
Insultos y burlas de niños que me señalan...
Mi mirada se pierde...
¡Una piedra rompe el vidrio desde donde me asomaba!
El planeador despega...
Los niños corren...
Una gota de sangre rueda por mi mejilla derecha seguida por un sordo dolor, oscuridad y un líquido viscoso amarillento llega a mis labios...
¡Mis ojos!, ¡Una piedra!
Me desplomo...
Caigo al piso, pero con un solo ojo.
De pronto me encuentro rodeado de gente de negro. Una flor sobre un cristal observo desde mi lugar de reposo. ¿Por qué veo a través de un cristal? ¿Por qué huelo a madera?... por el cristal desfilan hipocresías, desfilan manos negras, manos manchadas de tiza y manos inundadas de pelos ¡Manos malditas!...
Siento que los músculos de mi faz se tensan y abren mi único ojo a la vez que las manos malditas encrispadas de miedo se retuercen entre gritos y alaridos que rompen el silencio del velatorio.
Me elevo, todo se oscurece...me encuentro de nuevo entre rostros conocidos, caminando y flotando en la nada. ¿Pero por qué me detengo y no puedo seguir subiendo? ¿Por qué me siento anclado?... un nuevo grito se forma en mí abdomen se atrapa entre mis labios y sin voz grité:
¡Los perdono!
Mis pies se desatan...
Mi cuerpo se eleva...
Y una paz indescriptible llena mi espíritu y mi ser.
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